miércoles, 30 de diciembre de 2009

Cascadas de Puente Ra

Una asequible excursión muy apta para el invierno, cuando es normal encontrar las cascadas completamente congeladas.

Se describe el itinerario circular "Refugio de El Achichuelo - Cascadas de Puente Ra - Ermita de Lomos de Orios - Refugio de El Achichuelo", de unas 3 horas y media de duración, pero si se dispone de menos tiempo o sólo se desea visitar las cascadas (con lo que evitamos la fuerte subida a la ermita de Lomos de Orios) se puede seguir el itinerario descrito hasta las cascadas y volver por el mismo sitio (1 hora y media, ida y vuelta)


La ruta se inicia en la zona recreativa de "El Achichuelo", al que accederemos desde la carretera que parte de Villoslada, tras recorrer casi 5 km desde dicho pueblo. Una vez allí, podremos dejar el coche y comenzar la excursión o bien continuar un poco más hasta llegar al refugio, donde finalmente abandonaremos el vehículo.

En la zona del refugio se observará a la izquierda, al otro lado del río, una carretera que se dirige a la ermita de Lomos de Orios, pero el trayecto propuesto discurre por la carretera que, en línea recta y sin cruzar el río, llega a la zona de La Blanca, a unos 2 km, donde podremos observar una singular calavera de enormes proporciones, plantada en medio del cortafuegos y realizada con palos por el artista melillense Luis García Vidal. Al poco tiempo, el asfalto deja paso a una pista forestal que discurre entre hayas, pinos y acebos, y que avanza paralela al río.

Al cabo de una hora, más o menos, llegaremos a Puente Ra, que habrá que cruzar para continuar por la pista (1,7 km para llegar a las cascadas). En este punto encontraremos señalizada una senda que asciende a la ermita de Lomos de Orios. Ignorando esta senda, continuaremos ascendiendo por la pista principal.

Un poco más adelante, a la izquierda del camino, volveremos a encontrar señalizada una nueva senda que también conduce a la ermita y que tomaremos, de vuelta de las cascadas, para llegar a ella. Sin embargo, aún deberemos continuar un poco más hasta alcanzar las cascadas de Puente Ra, donde podremos aprovechar para reponer fuerzas mientras disfrutamos del precioso espectáculo que representan los saltos de agua que llegan a alcanzar los 3 metros de altura.

Para tomar la senda ya mencionada que conduce a la ermita de Lomos de Orios, debemos regresar por el mismo camino hasta llegar, al cabo de unos 15 minutos, a la señal (esta vez, a la derecha) que marca el camino hacia Lomos de Orios (a unos 2,7 km y siempre bien señalizado con señales pintadas en los árboles de color verde y naranja). Ascendiendo una fuerte pendiente (unos 150 mts de desnivel), alcanzaremos una zona de majadas que ofrecerá impresionantes vistas de las cimas de la sierra. También, se podrá observar un curioso refugio de pastores.

El camino, señalizado con las pintadas verdes y naranjas, terminará por conducirnos a la ermita, desde donde iniciaremos el descenso por una amplia pista asfaltada hasta la zona en la que habíamos dejado el coche, a unos 4 km. Otra opción más recomendada, por su vistosidad, por atajar y por evitar el asfalto, es descender desde la ermita de Lomos de Orios a Puente Ra a través de un sendero señalizado con las pintadas verdes y naranjas, y que comienza en las proximidades de la escalinata de la ermita. Este sendero nos conducirá en 1 km a Puente Ra, desde el que nos dirigiremos a la zona donde estacionamos el vehículo.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Las primeras nieves

El intenso frío y las primeras nieves, abundantes y generalizadas a lo largo y ancho de toda nuestra geografía, anuncian la llegada del invierno y, con él, el inicio de la considerada por muchos la temporada más emocionante y bella para la práctica de los deportes de montaña.

A pesar de la práctica masiva del esquí alpino cada fin de semana, el deporte rey por excelencia de estas fechas, muchos huimos de las aglomeraciones y la parafernalia siempre presentes en las abarrotadas estaciones de esquí, y preferimos un tipo de disfrute más sosegado, alejado de todo ese barullo y acorde con una actitud y unas pretensiones que rigen nuestra relación y nuestro compromiso con la montaña a lo largo del todo el año. No en vano, conviene recordar que la proliferación de macroestaciones de esquí, con la infraestructura que inevitablemente conllevan, supone en la actualidad una de las mayores amenazas que se ciernen sobre algunos de los más importantes y hermosos entornos montañosos de nuestro país, que se ven afectados de manera irreversible por estas construcciones.

A todos (montañeros, esquiadores, escaladores de hielo,...) se nos ofrecen unos meses espléndidos para disfrutar con la práctica de nuestro deporte en un entorno singularmente bello y atrayente, con ese encanto que sólo el manto blanco tamizando los paisajes es capaz de conferir.

Me conecto a Internet para confirmar el parte meteorológico, con la esperanza de que haya alguna novedad con el que consulté ayer: ¡lástima!, el tiempo no invita a salir de casa. Además, la presencia de hielo no recomienda ponerse al volante en busca de las carreteras secundarias que nos aproximan a las montañas. Mis raquetas de nieve tendrán que esperar para ser desempolvadas las próximas, muy cercanas, vacaciones de Navidad.

Me entretengo leyendo un artículo que confirma el fracaso de la Cumbre de Copenhague por la ausencia de compromisos reales para la preservación de nuestro planeta. Me entristece pensar en el mundo que heredarán los hijos de mis hijos. Desde luego, poco parece importar esto a ciertos dirigentes desaprensivos...

viernes, 18 de diciembre de 2009

Recorrido circular por el Valle de Ocón

Dificultad: Inexistente
Duración estimada: 1 hora y media.
Distancia aprox: 5 km.

Acceso: desde la N-232 (ctra. a Zaragoza) tomando el desvío por la LR-472 o bien por Villamediana (LR-250) – Murillo (LR-259) – Galilea, y desde este último pueblo, en dirección a Sta. Lucía, tomar el desvío hacia la Villa.

Nota: recorrido adecuado para realizar en bicicleta de montaña.


DESCRIPCIÓN DE LA RUTA: Recorrido circular que comienza en la plaza de la Villa de Ocón, desde nos dirigiremos a la carretera, abandonando ésta en el primer desvío a la izquierda (a unos 30 mts), tomando un camino asfaltado que desciende. Siguiendo este camino iremos rodeando el pueblo. El la primera bifuración, continuaremos recto; y en la segunda (a unos 20 mts de la primera), haremos lo mismo: continuaremos recto por el camino que desde aquí ya será de tierra.

Avanzaremos paralelamente a un arroyo situado a la izquierda del camino y flanqueado con abundantes chopos. Al final del camino (unos 15 o 20 minutos desde el pueblo), llegaremos a un abrevadero y tomaremos el camino de la izquierda, hacia los corrales de la Estanquilla. En este punto se podrá ver una hornacina con una imagen de la virgen del lugar. Continuaremos recto y en la segunda bifurcación (a unos 20 metros de la primera), tomaremos el camino de la derecha, dejando a la derecha los corrales de piedra. Avanzaremos recto, dejando a la izquierda un nuevo camino.

Continuaremos el recorrido dejando a la izquierda unos modernos corrales, hasta llegar al final de este camino en un nuevo cruce de caminos. Tomaremos el de la izquierda. No tardaremos en avistar el pueblo de Santa Lucía al alcanzar un collado. Desde aquí, se podrá observar a la derecha, en dirección norte y sobre una loma, un molino de viento, construido en el 2005 y que aparece junto a las ruinas de uno antiguo que data del s. XVI. Si continuamos el camino principal, no tardaremos en alcanzar el pueblo de Santa Lucía de Ocón, pequeño pero bonito, por lo que recomendamos su visita.

Para regresar a la Villa, regresaremos a la zona de la bodegas por donde vinimos (debajo de la piscina y la zona deportiva) y, tras ignorar un primer camino lleno de maleza y que recorre las bodegas, tomaremos el siguiente camino a la derecha, en dirección a la Villa. Este camino es una desviación del camino principal de tierra por el que llegamos a Santa Lucía desde la Villa. Sin pérdida alguna, llegaremos a nuestro destino, el punto desde el que partimos, en una media hora.

sábado, 12 de diciembre de 2009

¿El final de un ciclo de política de montaña en el Pirineo?

Por Eduardo Martínez de Pisón.

Lo que querían hacer ya lo han conseguido: han bloqueado en sus estrechos límites el único Parque Nacional de Aragón, han urbanizado todo lo urbanizable, han ampliado las estaciones de esquí derramándolas desde el perfil de las aristas a los valles vecinos y han logrado que incluso en alguna comarca pirenaica sea casi imposible ver un campesino trabajando en el campo. Aunque aún quedan escombros y urbanizaciones paradas a medio construir, detenidas por la congelación repentina del proceso, su llegada al ápice constructor y reconfigurador ha coincidido con los momentos en los que la dilatación desmesurada del globo inmobiliario ha reventado su propio tejido.

Éste ha sido su modelo de acción territorial, ha dado sus frutos de dinero fácil y ha dejado sus huellas por todos los paisajes. También ha tenido, en lo referido a esas huellas, algunos paliativos locales y secundarios que no son renunciables, unas veces aparentes y otras constatables, pero en la balanza de los hechos pesan bastante menos las virtudes que los agravios.

Y lo perdido, perdido está, aunque la vanidad de algunos no les permita reconocerlo.

Otros, sin embargo, hemos sido testigos de lo descalabrado y podríamos presentar su lista completa. Para quienes hayan obtenido lucro, la práctica de ese modelo durante estos años habrá sido una oportunidad incontinente y, en cambio, sus efectos para la naturaleza, el territorio y los paisajes carentes de protección definida se pueden resumir como un visible quebranto.

En cualquier caso, ese patrón en ejercicio al menos ya durante un decenio ha sido prioritariamente un patrón agresivo de actuación en la economía territorial, y evidentemente no un modelo de decidida acción cultural ni ambiental en ese mismo territorio. Tal vez han encontrado lo que buscaban, mover dinero, aunque hayan roto muchos cristales en su galope por el camino. Si buscásemos otra cosa basada en el valor cualitativo de la montaña es seguro que hubieran sido preferibles otros conceptos, distintos objetivos, diferentes métodos.

No es lo mismo un lugar que otro. Todos los lugares tienen su valor, función y sentido, pero son individuos geográficos diversos y no poseen las mismas calidades. A estas alturas de la vida en mi oficio de geógrafo he visto muchos paisajes naturales y unas cuantas montañas, y esa mirada profesional, a la que sumo siempre otra afectiva pero a la que ahora no recurro, me dice con claridad que el Pirineo aragonés es uno de los mejores medios y paisajes de cordillera que haya recorrido y estudiado.

Sabiendo esto es mucho más enojoso ver cómo la aplicación del modelo imperante durante el último decenio, posiblemente tan lucrativo pero igualmente tan ciego para los valores ambientales y culturales, se ha llevado por delante tantas cosas que estimaba, porque objetivamente eran estimables. El Pirineo se merecía y requiere hoy otro trato. No se puede actuar en lugares así sin dar la talla, no se pueden aplicar los instrumentos burdos que se han utilizado ni conducir los procesos territoriales de cualquier modo para exclusivos fines rentabilistas, con orejeras para todo lo demás, jugando con el valor del suelo como si tal suelo fuera indiferente o similar al de un arrabal o al de un polígono urbano. No se puede actuar en lugar tan valioso en la cultura y la naturaleza del modo tosco en que se ha hecho, pues ni el paisaje es sólo territorio ni el territorio es sólo solar, ni este gran paisaje es, como se ha pretendido, meramente un gran solar.

Y es que un decenio es mucho tiempo. Incluso puede arrastrar otro peligro: tal vez las nuevas generaciones no conozcan ni puedan evocar los valores naturales, culturales y paisajísticos que los de cierta edad hemos visto disiparse en ese lapso de tiempo reconfigurador y, por lo tanto, no echen de menos lo que se ha ido y piensen que el Pirineo es o ha sido siempre como ahora lo ven y viven, porque las fotos sepias no son referencia completa. Oír además a los que podemos dar testimonio puede tomarse como una tabarra. Lo sé y no quiero caer en ello. Es preciso, pues, mirar hacia delante.

Sin embargo, todo indica que, pese a la terquedad de algunos políticos, gestores y promotores, este ciclo, que parecía una espiral sin límite, ha muerto. Pese a quienes quieren reactivarlo para proseguir su rendimiento, es un ciclo extinguido porque sus circunstancias externas se han hecho jirones. Es decir, que podemos o mejor debemos iniciar otro camino y no sólo distinto, sino opuesto, porque si fuera semejante podría ser hasta peor, ya que en ese trayecto que hemos experimentado no hay límite para lo nocivo. Pues, claro está, también es posible una ruta mejor, un modelo diferente, de mayor entidad y sustancia, que renazca de la negación de obstinarse en volver a los fracasos de esta política territorial, por supuesto en los órdenes natural y cultural, que han sido tan manifiestos que ellos mismos muestran que ese camino se acabó, pero también en los urbanísticos, ostensible por ejemplo en las colonias cerradas o en el balneario con despidos.

Las palabras básicas que me permiten cualificar este modelo nuevo en el que debemos entrar son las de respeto, equilibrio y compatibilidad. Pero primero es preciso conocer.

Si se actúa desde la ignorancia y sólo desde la estrategia es imposible aspirar a una política noble. Es preciso saber lo que realmente es el Pirineo y es necesario actuar para que sus valores se guarden y aviven. Además, siempre habrá un conocedor libre en algún bosque o alguna cima que evaluará con derecho propio el nivel de quienes proyectan, deciden y ejecutan, viendo ajustes y desajustes con las calidades de los lugares, que quizá aquellos desconocen.

Y pensará, tal vez en contra de lo que éstos dan por supuesto, que el suelo no es sólo solar, que los ríos no son meros canales, ni los bosques exclusivamente madera, ni los prados nada más que futuras pistas de patinaje, ni los viejos pueblos espacio reedificable, ni que los dueños de los territorios son también, ni mucho menos, los amos de los paisajes. Porque los paisajes no tiene dueños. Y como afortunadamente queda mucho Pirineo sin Aramón, aún querrá preservar su tranquilidad y sus formas sosegadas, sus silencios y soledades, sus más escondidos lugares, limitando lo perturbado y garantizando lo que debería ser imperturbable.

Por tanto: propongamos un ciclo nuevo de respeto. Una voluntad de política de montaña desde la perspectiva de la naturaleza y la cultura, compatible con la prosperidad que nace de la unión de inteligencia y trabajo, nutrida de lo arraigado, en una montaña tratada como montaña, con todos sus valores y sus más equilibradas posibilidades. Propongamos una fase nueva de compatibilidades entre desarrollo, sociedad, naturaleza, cultura y paisaje, que rectifique los errores del trivial tratamiento periurbano que hemos soportado. Si diversos lugares del campo español están pasando de producir alimentos y materias primas a espacios de ocio urbano, aparte de no tratarse de una ley incontestable, tampoco es el único modo de conducirlo llenar los valles de cemento y de asfalto.

(Publicado en “Tribuna libre” del Heraldo de Aragón, el 5-12-09)

sábado, 5 de diciembre de 2009

Ciervo (Cervus elaphus)


En la Península Ibérica se localizan dos subespecies: el Cervus elaphus bolivari (el más común) y el Cervus eraphus hispanicus (sólo en la zona baja del Guadalquivir).

Se trata de un esbelto animal de porte elegante, piernas largas y fuertes y una gran envergadura (de 160 a 250 cm). Su peso oscila entre los 150 y 200 km, en los machos; y los 75 y 125, en las hembras

A principios de otoño (septiembre - octubre) y coincidiendo con la época de celo, los machos buscan a las hembras para aparearse, emitiendo graves bramidos audibles a varios kilómetros de distancia. Es el fenómeno de la "berrea". Después, los machos suelen enfrentarse entre sí, entrechocando sus cuernas violentamente pero sin llegar a herirse, aunque sí acabar exhaustos.

El ciervo vive en manadas. Sólo algunos ejemplares machos (sobre todo de avanzada edad) viven en solitario.

Se alimenta de pasto, cortezas de árboles, musgos, castañas, bellotas, hayucos, moras...

Sus depredadores naturales (lobo y lince, principalmente; y también oso y águila real) son cada vez más escasos, por lo que las poblaciones de ciervos gozan de un crecimiento demográfico notable.

En La Rioja podemos localizarlo en el Parque Natural de Cebollera, en el Valle del Urbión, en la Sierra de la Demanda,...

Bosques de San Román

LOCALIZACIÓN: Camero Viejo

ACCESO: Desde el Barrio la Estrella de Logroño, tomar la LR-250 en dirección a Villamediana. Continuaremos por esta misma carretera hacia Ribafrecha y Laguna de Cameros.

Tras pasar Ribafrecha, continuamos por la LR-250 hacia Soto de Cameros y Laguna de Cameros hasta llegar, al cabo de 37 km desde que salimos de Logroño, a San Román de Cameros.

A unos 125 metros del cartel de salida del pueblo, encontramos una pista a la derecha del camino, anunciada como el tramo del GR-93 hacia Laguna de Cameros. También veremos un cartel indicador de "La Dehesa". En este punto estacionaremos el vehículo.

CARACTERÍSTICAS:
Dificultad: escasa
Tiempo estimado: 2 horas y media
Recorrido circular
Distancia: 8 km
Desnivel:350 metros.
Cartografía: Hojas 242-I y 242-II, escala 1:25.000, del Inst. Geogr. Nacional.


DESCRIPCIÓN DE LA RUTA:

La ruta es una sencilla pero amena excursión que permite recorrer los montes y bosques próximos a San Román de Cameros.

El itinerario comienza en la zona donde estacionamos el coche, desde donde comenzaremos un suave ascenso a través de una amplia pista que forma parte del GR-93 y que por tanto está marcada con las características señales blancas y rojas que seguiremos en esta primera parte del recorrido.

La pista transcurre paralelamente a un arroyo que veremos a la izquierda y pronto llegaremos a unos corrales situados a ambos lados del camino. A la izquierda se sitúa un abrevadero para el ganado.

A unos 10 minutos desde que comenzamos la marcha, llegamos a un portón que debemos atravesar, para internarnos en una zona donde abunda el quejigo en un frondoso bosque situado a la izquierda del camino. Continuamos ascendiendo suavemente, siempre guiados por las señales blancas y rojas del GR.

A unos 25 minutos del comienzo, llegamos al final de la pista que veníamos siguiendo. En este punto se encuentra otro abrevadero y un cartel con versos de Antonio Machado. Tomaremos el sendero situado detrás de él, poniendo especial atención en continuar las señales blancas y rojas, pintadas en árboles y piedras.

A unos 5 minutos del cartel con los versos, observamos una piedra incrustada en mitad de un tronco en la que aparecen pintadas las señales blancas y rojas. En este punto debemos prestar atención, ya que el sendero a seguir gira bruscamente a la derecha unos 90º. Seguiremos el ascenso zizagueando, siempre siguiendo las señales del GR.

A unos 55 minutos desde que comenzamos, llegamos a un alto (1.123 metros) en el que se encuentra emplazado un murete de piedra junto a varios imponentes ejemplares de roble. Atravesamos la valla al lado del enorme tronco caído y seguimos por el GR en un suave descenso por un sendero bien marcado hasta llegar a un collado. Olvidamos las señales del GR que veníamos siguiendo y atravesamos la alambrada de la derecha, para internarnos en un bosque de hayas. Descendemos por un sendero poco marcado que se sitúa a la izquierda de la puerta de la valla.

Seguimos descendiendo entre hermosos ejemplares de haya (árbol poco común en esta parte de los Cameros) y algunos acebos. Tendremos que salvar el obstáculo que representa una enorme rama de haya situada en medio del camino. Poco a poco la imagen del pueblo fantasma de Santa María comienza a vislumbrarse a la derecha.

El descenso, un tanto anárquico por la ausencia de señales, nos terminará por llevar a un claro en el fondo del Barranco del Hayedo, situado a la vera de un río, el cual atravesaremos sin dificultad para continuar a la derecha, hacia el pueblo de Santa María. Seguiremos el camino bien visible, dejando a la derecha un barranco. Conforme avancemos, podremos contemplar arriba, a la izquierda del camino, las ruinas del pueblo de Santa María.

A unos 10 minutos del río, y coincidiendo con una cerrada curva en la amplia pista que venimos siguiendo, dejamos la misma para descender por un sendero a la derecha que nos permite atajar. No tardaremos en enlazar con la pista que se ve abajo, tras atravesar el arroyo de Santa María.

Continuamos por la pista, a la que enseguida se une una que viene por la izquierda, dejando a la derecha el barranco de Santa María y al otro lado un enorme pinar.

No tardaremos en observar a la derecha una caseta y un poco más adelante un estanque artificial para la captación de aguas.

Siguiendo la pista, llegaremos al cementerio de San Román y a una fuente, donde giraremos a la derecha, para internarnos en las calles de este bonito pueblo y alcanzar el punto donde dejamos estacionado el vehículo.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Cerro Castillo

LOCALIZACIÓN: Sierra de Monte Real (Camero Viejo)

ACCESO: Desde Logroño, tomar la LR-250 hasta llegar, poco después de atravesar San Román de Cameros, al cruce de la LR-466 que se inicia en un puente sobre el río Leza. Nada más atravesar el puente, giraremos hacia la derecha, en dirección a Rabanera y Ajamil. Al entrar en este último, pasaremos entre un par de edificios y continuaremos recto, ignorando el giro que hay un poco más adelante a la derecha y que nos conduce a la parte superior del pueblo. Saldremos del pueblo y no tardaremos en encontrar a la derecha de la carretera una pista asfaltada (luego de tierra) que avanza paralela al río Rabanera o Río Vargas (a la izquierda). Tomamos dicha pista durante 6 km, ignorando los desvíos existentes y señalizados en su mayoría como de prohibido el paso a vehículos no autorizados, y continuamos recto en todo momento, hasta llegar a un refugio en el área recreativa de Monte Real, lugar donde aparcaremos el vehículo para dar comienzo a la caminata.

CARACTERÍSTICAS:
Dificultad: media (la marcha no presenta grandes complicaciones, pero se exige una buena forma física para afrontar sin demasiados apuros el fuerte desnivel que existe en un recorrido corto, lo que implica la existencia de fuertes rampas).
Tiempo estimado: 2 horas.
Desnivel:418 metros.
Observaciones: existencia de varias áreas recreativas con mesas y asadores por las inmediaciones.
Época recomendada: primavera y otoño, por tratarse de una zona de hayedos, cuyo mayor esplendor puede contemplarse en estas estaciones.


RUTA:

La ruta propuesta es, desde mi punto de vista, una de las excursiones montañeras más interesantes que se pueden realizar en el Camero Viejo, debido a la belleza del paisaje, que incluye hermosos hayedos poco habituales en esta zona de Cameros y pequeños pero bravos arroyos de montaña. Asimismo, las vistas que se alcanzan desde la cumbre de Cerro Castillo son espléndidas.

Comenzaremos la marcha tomando la amplia pista que nace entre el refugio (a la derecha) y el Río Rabanera o Río Vargas (a la izquierda). A unos 100 metros del refugio, encontramos una bifurcación, donde continuaremos por la derecha, ascendiendo una fuerte pendiente mientras nos internamos poco a poco en un hayedo.

Observaremos a la izquierda del camino el nacimiento de una senda poco marcada que ignoraremos, para continuar ascendiendo por la pista principal (inconfundible) que en breve nos saca del hayedo y nos conduce a una zona despejada de vegetación.

Tras superar un duro repecho, llegamos al cabo de una media hora desde que comenzamos la caminata a un cordal en el que observamos a la izquierda un cortafuegos por el que debemos ascender. Enfrente podemos observar perfectamente la cumbre redondeada de Cerro Castillo.

Después de atravesar una zona dominada por la maleza y algún que otro enebro y acebo, nos internamos en un hayedo. Aprovecharemos la ausencia de subidas en este tramo para coger fuerzas y disfrutar más relajadamente de la belleza del paisaje.

Poco a poco vamos alcanzando el collado situado a 1.560 metros, divisoria de La Rioja y Soria, donde observamos a la derecha un nuevo cortafuegos por el que también debemos ascender. En todo momento avanzaremos paralelamente a la alambrada que observamos a nuestra izquierda. Antes de iniciar el fortísimo ascenso, tomamos buena nota de este punto, para no despistarnos a la bajada y volver por el mismo camino por el que vinimos.

La última parte del recorrido presenta un fortísimo desnivel que debemos superar antes de alcanzar por fin la cima de Cerro Castillo, dominada por un vértice geodésico. Antes habremos tenido que atravesar la valla por un paso habilitado poco antes de llegar a la cumbre. Desde esta magnífica atalaya las vistas son realmente impresionantes (al norte, las cimas del Camero Viejo; al suroeste, las cumbres de Cebollera; al noreste, la Sierra de Cantabria;...)

El regreso se hará por el mismo camino, empleando unos 45 minutos.

Cruz Encineta

Dificultad: media / Desnivel: 420 mts / Tiempo estimado (ida + vuelta): 2 horas 20´ / Acceso: desde Arnedillo

La subida a la Cruz Encineta (1.104 metros) es una ruta corta en longitud, pero exigente en cuanto al fuerte desnivel (aproximadamente 420 metros) que se salva en poco recorrido. El terreno, escaso en vegetación y seco, presenta fuertes rampas que se inician en el punto de salida de la excursión y no cesan hasta la llegada a la misma cruz.

No se trata de una ruta que destaque por su belleza, pues la aridez domina en el paisaje, pero los grandes roquedos calizos del entorno, hábitat de numerosas especies de aves rupícolas que anidan en esta zona, así como las impresionantes vistas del Valle del Cidacos, confieren gran encanto a esta peculiar excursión.

El punto de partida de la ruta lo encontramos en la localidad de Arnedillo (685 metros), donde estacionaremos nuestro vehículo en el aparcamiento próximo al balneario.

Nos dirigimos hacia la Vía Verde, dejando las piscinas a la derecha hasta llegar a una zona deportiva, donde localizamos antes de la entrada al túnel un tramo asfaltado que se dirige hacia el estrecho puentecillo que se ve más adelante y que debemos atravesar para cruzar a la otra orilla del río Cidacos.

Una vez en la otra orilla, debemos tomar la senda que se dirige hacia la izquierda, hasta llegar al cabo unas decenas de metros a un banco de metal de color amarillo. Llegados a este punto, tomamos la senda ascendente de la derecha, punto donde comienza la verdadera ascensión que en esta primera parte del recorrido transcurre en medio de un pequeño pinar.

Seguimos fácilmente el camino que tras una serie de vuelta nos conduce a las proximidades de una gran estatua de un Cristo (el Sagrado Corazón) que se ve a la derecha (aproximadamente a 15 minutos del río). Continuamos de frente, en dirección sur, siguiendo el trazado de la estrecha senda que discurre entre medio de los dos barrancos que nos flanquean (el de Yeseras, al este; y el de Valentun, al oeste).

El sendero es fácil de seguir y no presenta dificultades de extravío. Se trata simplemente de seguir de frente, hasta alcanzar (40´) un sendero más ancho, perpendicular al que veníamos siguiente, y que debemos continuar hacia la derecha, adentrándonos en una zona de considerable pendiente.

Pocos metros antes de llegar al siguiente pinar que vemos de frente, aparece una desviación hacia la izquierda (con mojón incluido) que debemos tomar. Un nuevo fuerte repecho se presenta ante nosotros. Si no hemos visto el mojón, no debemos preocuparnos, ya que simplemente deberemos iniciar el ascenso de manera paralela al pinar, que dejamos a la derecha.

En 1 hora 10´, más o menos, llegamos a un claro donde finaliza la fuerte pendiente. En la zona vemos varias antenas y repetidores de metal, así como enfrente un vértice geodésico con buzón montañero, destino final de la excursión.

El regreso se realizará por el mismo camino, empleando unos 45 minutos.

Cabe la posibilidad de alargar la ruta, dirigiéndonos hacia Peñalmonte (1.276 metros) en dirección SE por la pista que discurre a lo largo del cordal cimero.